El sol se dentraba a raudales por las ventanas del apartamento de Amara y Dimitrios, llenando la estancia con una luz cálida que hacía brillar cada rincón. Amara estaba en la cocina, moviéndose con soltura mientras terminaba de preparar el almuerzo. Llevaba unos jeans ajustados que resaltaban sus curvas y una blusa de cuello alto negra, sencilla pero elegante. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, dejando al descubierto su rostro radiante y natural.
En la sala, Dimitrios charlaba con su hermana menor, Helena, una joven de piel blanca lechosa y ojos azul profundo, al igual que su hermano mayor. Helena había llegado temprano y, al entrar, no pudo evitar notar a Amara, quien estaba terminando de sazonar un plato.
—Es hermosísima, Dimitrios —murmuró Helena mientras lo abrazaba en un saludo.
—Lo sé —respondió Dimitrios con una sonrisa orgullosa, sin apartar la vista de su prometida mientras ella trabajaba en la cocina.
Cuando el almuerzo estuvo listo, todos se reunieron alrededor