El sol apenas comenzaba a asomarse por las ventanas del apartamento cuando Amara despertó, sintiéndose más cansada que nunca. Habían pasado cinco meses desde que descubrieron que esperaban un bebé, y aunque estaba emocionada, los malestares del embarazo no desaparecían. Vomitaba casi todos los días y, aunque los antojos la hacían sentir un poco mejor en ciertos momentos, la mayor parte del tiempo solo quería dormir.
Dimitrios, al notar que Amara no se sentía bien, estaba más preocupado que nunca. Esa mañana, mientras se preparaban para salir, él la miró fijamente y le preguntó, con tono serio: "Amara, ¿estás segura de que quieres ir a la empresa hoy? No me gusta verte tan mal, deberías descansar."
Amara, un poco frustrada por no poder hacer lo que quería, respondió rápidamente: "Dimitrios, necesito hacerlo. No quiero quedarme en casa todo el tiempo. Tengo trabajo que hacer, y sé que este bebé está en camino, pero no puedo detener mi vida por eso."
Él la miró con cariño, pero también c