Sabrina había seguido a Aino durante todo el camino. Se tambaleó cuando llegó frente a Sebastian, pero éste la sostuvo entre sus brazos.
Sebastian se inclinó hacia sus oídos y le dijo: "Sabrina, escucha. Date la vuelta y regresa inmediatamente. No dejes que te vean los reporteros y no salgas de casa durante estos días. Me ocuparé del asunto de los reporteros y también de los comentarios en línea, me encargare de todo lo antes posible".
Sin embargo, Sabrina miraba a su hija con los ojos muy abiertos.
¡Su hija de seis años!
Esa mirada sincera pero indefensa.
Esa mirada obstinada y a la vez lamentable.
Aquellos grandes y redondos ojos se llenaron de lágrimas, sin embargo, se obligó a contenerlas y a no dejarlas salir.
Se estaba enfrentando sola a decenas de reporteros.
Todavía era una niña.
Solo tenía seis años.
¿Qué tan cruel estaba siendo Dios con Aino?
Sabrina escuchó que Aino le decía al reportero: "Yo pagaré los riñones que les debe mi madre". Cuando Sabrina