Camila se quedó paralizada con esa noticia, su inocente corazón no le permite guardar rencor y siente pesar por su madre, esa señora que nunca la ha visto con buenos ojos, pero que ahora en su lecho de muerte sí quiere verla y quizá pedirle perdón por el daño causado.
— ¿Mi mamá enferma?, que extraño, porque cuando yo la vi por última vez, estaba completamente sana. — Expresó en voz baja.
— No sabría decirle lo que ha sucedido, señora, ella está llorando a mares allá afuera, suplicando por su presencia. —¿Qué debo hacer?
— Dígale que en unos minutos salgo.
Camila analizó por un momento y decidió que en su corazón no guardaría rencor en contra de su madre y tampoco sería tan despiadada como ella que nunca la quiso. Bajó hasta donde su hermana Tamara se encuentra y le pidió a la seguridad que no la acompañen porque solo saldrá un momento y ya luego regresará.
— Mamá está muy mal hermanita, necesitamos dinero para que ella se recupere. —Anunció entre lágrimas de dolor.
«Claro, como no lo