Esa tarde Lorena llegó a la casa y encontró a Cristian sentado en un rincón del cuarto que habían decorado juntos días atrás. Parecía un perrito triste en aquel rincón, tenía las piernas abrazadas por sus brazos y parecía que había estado llorando.
—Cristian, ¿qué haces ahí? —preguntó al asomarse.
—Lorena, ¿realmente quieres separarte de mí? —inquirió el joven.
—¿Estás borracho?
—No, ¿por qué?
Lorena entró a la habitación un tanto incómoda, ¿qué le sucedía a su esposo?
—No quiero separarme de ti, —respondió mientras se acercaba a él— ¿de dónde sacas eso?
—Dijiste que querías criar a nuestro hijo sola.
—Fue en un momento de rabia. Somos