La tarde estaba transcurriendo bastante tranquila, nada fuera de lo común, Lorena le explicó y ayudó a Camilo con unas clases. Cristian se había marchado ya hace varias horas.
—Bueno, yo me voy —Lorena se levantó de la silla y dejó salir un bostezo—. Estoy cansada.
—Bueno, ya mañana seguimos. Ven a la misma hora, por favor —pidió Camilo mientras terminaba de recoger sus libretas de la mesa y las metía en su bolso.
—Está bien —Lorena miró su ropa—. Voy a cambiarme.
—No, quédate con esa. Mandé a tirar la que trajiste.
—¡¿Qué?! ¡Oye…! —gritó Lorena.
—Esa ropa la odié, no quiero volver a verla nunca más en mi vida —Camilo soltó una carcajada, puso su bolso en su hombro izquierdo y salió caminando de lo más