El día de la reunión con los empleados de la multinacional había llegado. Myriam revoloteaba de un lado a otro, ultimando detalles.
—Esa muchacha es un ángel —murmuró Helena conmovida, hacía mucho que no veía a los trabajadores de la empresa, su corazón se agitaba cada vez que uno de ellos la reconocía y la saludaba con entusiasmo.
—Myriam y Tony son lo mejor que nos ha pasado —dijo Anne—. Solo, mire el rostro de Gerald. —Señaló con su mano—. Hace tanto que no lo veía sonreír.
Helena observó a su hijo, quien sostenía en sus brazos a Tony y jugaba con él. Notó como la mirada le brillaba, y sus labios perfilaban una sincera sonrisa, se veía feliz y eso alegraba el alma de aquella mujer.
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—Me da tanto gusto volver a verte Jeremy —expresó Myriam sonriente, observó al chiquillo con ternura. Rememoró cuando lo cuidaba.
—No volviste a visitarme —reclamó el pequeño arrugando el ceño y cruzándose de brazos.
Myriam se inclinó a su misma altura.
—No pude, mi niño se enfermó, es