—Mami —frunzo el ceño con molestia ante el llamado, más por la luz que ilumina mi rostro que por otra cosa—, ¿cuándo vas a despertar?.
Una pequeña mano fría sostiene la mía, acariciándola y jugando con mis dedos. Abro lentamente los párpados, sintiendo como si estuvieran hechos de cemento, mientras mis ojos intentan adaptarse a la iluminación de la habitación.
—¿Qué...? —gesticulo al sentir una punzada de dolor en mi cabeza, que amenaza con explotar.
—¡Mami! —la voz de Joel chilla a mi lado, aferrándose a mí como un mono y abrazándome al levantarme—. ¿Estás bien, mami?.
—Joel... —lo miro confundida, observando a mi alrededor, reconociendo la habitación de Benjamin por su característico olor impregnado en el ambiente—. Yo... ¿Qué me pasó?.
—Estabas enferma, mami —entierra su cara en mi pecho y solloza—. Pensé que no volverías a despertar.
—¿De qué estaba enferma? —pregunto desorientada, luchando por recordar lo que ha ocurrido.
—Tenías fiebre alta y no despertabas—explica aferrándose a