Lyla
Sonrío cuando nos bajamos del taxi porque tenía mucho que no salía a hurtadillas. ¡Dios! Al mismo tiempo me preocupo por lo que vaya a hacer Emilio, lo que si sé, es que no me dejaré encerrar de nuevo.
¡Joder! Eso no.
La música suena tan alto, que sé que para hablar y entendernos, debemos prácticamente gritarnos en el oído
—¡Me encanta tu cuñada!— mi amiga la mira y yo también, la verdad es que si, me encanta lo aventurera que es y lo arriesgada que puede ser. A pesar de que solo tiene 20 años, parece de más.
—¡A mí también! Es una chica dulce.
Mis tacones están por matarme, toda la tarde con ellos y tengo mucho que no practico en usarlos.
Cuando entramos, muchos hombres se nos quedan mirando, es que somos como el trío perfecto. Una pelirroja, una morena y una rubia oscura. Porque Amara, es blanca de cabello castaño oscuro.
Nos dirigimos al bar, y aunque la edad permitida para beber en Estados Unidos es de 21, soy yo la que pido por Amara. Algo no tan fuerte para