Desesperada ella trató de alejarse y se removía, pero la fuerza del hombre no se comparaba con la suya.
—¡Quédate tranquila! Volvamos a casa, necesito follarte duro y hacerte recordar que yo no tengo reemplazo, que solo yo te hago sentir.
Ella negó con la cabeza dejando ver sus ojos brillosos p