49 | Son amantes

Emilia besaba los labios de Clemente con fuerza detrás de la puerta de aquella biblioteca. ¿Por qué Harmon no podía ser de esa forma? ¿Por qué no podía parecerse a él en lo más mínimo? Clement recorría su cintura con las manos pensando en otra cosa que no fuera que estaba apunto de acostarse de nuevo con la hermana de su esposa. ¡Pero es que Dios! Emilia era todo lo bueno del mundo! ¡Lasciva, inteligente, lujuriosa!

Comenzó a besar sus hombros.

—No, espera, espera…

—¿Qué?

—No podemos hacerlo, no esta noche, tengo que ir con los invitados, deben estar esperándome.

—¿Qué Harmon no puede hacerse cargo de ellos? —preguntó besando su cuello, pero de inmediato ella logró zafarse de su agarre. Sus ojos brillaron con ligera diversión, no, no podía. Harmon era frívolo y no quería que sus invitados se llevaran mal sabor de boca. Puede que se llevaran como la mierda, pero la gente no tenía que saberlo.

—No, no puede. Tal vez más tarde cuando todo termine podamos divertirnos un poco.

Emili
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