Le acompañaba uno de los aprendices más destacados de Fox, un hombre apodado Águila.
No era mucho mayor que Duncan, parecía tener más o menos su misma edad.
Era un hombre severo, con la mirada afilada como una navaja. Solo con unos segundos bajo su mirada fija, se sentía un escalofrío que recorría todo el cuerpo.
—Mamá, estas son las pruebas que reunió el abuelo Loyal.
Charles le entregó las pruebas a su madre.
Audrey no las examinó de inmediato, sino que se las pasó primero a William.
William había conservado muy bien las pruebas. A pesar de las décadas transcurridas, la escritura seguía siendo clara.
—Tío Loyal, ¿es esto lo que buscabas?
Preguntó Audrey en voz baja.
William cogió sus anteojos, se los puso, tomó la caja y la abrió, examinó cuidadosamente y luego dijo, —Sí, son las pruebas que reuní. No son muchas, pero bastan para condenar a Sandra.
Le entregó la caja a Audrey y dijo, —Audrey, echa un vistazo. ¿Es suficiente?
Audrey tomó la caja, examinó las cartas, las fotografías y