Isabela se detuvo y miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie antes de rodear el cuello de Callum con los brazos y besarle.
Quería besarle nada más volver.
Sólo que no había estado mucho tiempo en la casa antes de que Thiago volviera, y no se sentía bien besando a Callum ante su hermano.
Al instante, Callum la rodeó con sus brazos y profundizó el beso.
Cuando terminó, le susurró al oído: —Aún no estoy satisfecho. El beso sólo el postre.
—Thiago está en casa... Lo hacemos esta noche. —susurró Isabela.
—No entrará en nuestra habitación, y no puedo esperar hasta la noche. Te echo de menos mucho. Cuando llegamos a casa, si está en la planta baja, subiremos. Si está arriba, cerraremos la puerta. Es un hombre listo y no llamará a la puerta así como así.
Isabela no dijo nada.
Se sonrojó, le apartó de un ligero empujón y caminó hacia delante. Una brisa fría le quitó el calor de la cara.
Callum sabía que su esposa era tímida, sonrió y la siguió, preguntando mientras caminaba: —¿