—Felix, ¿por qué no nos quedamos con el bebé? Tengo miedo, acabo de buscarlo por internet y algunas personas se desangran o incluso pierden la vida cuando se someten a un aborto.
El rostro de Dalia estaba muy pálido.
—Soy joven, no quiero morir y tengo miedo de morir.
Felix le dio un golpecito en la frente y le dijo con una sonrisa: —Tontita, ya te he dicho que la doctora está abajo. Es buenísima en el campo, una vez hubo una mujer que tuvo una embolia repentina de líquido amniótico durante el parto, a la que consiguió sacar del peligro.
—Con ella aquí, estarás bien.
—Muchas cosas conllevan cierto peligro, pero las probabilidades son pequeñas, no hay que tener miedo. Y como te dije, eres tan joven y bonita y aún me resultas útil, no te dejaré morir.
Felix le pellizcó la cara.
—Has tomado la píldora, que tiene muchos efectos secundario en el feto. No puedes conservar a este niño, ¿y si es malformado o tiene parálisis cerebral?
—Sería un delito que lo abandonaras, ahora hay cámara de vig