Kevin esperaba en la puerta de la sala de conferencias del Grupo Díaz con un gran ramo de flores hecho con billetes.
Luna estaba mucho más ocupada que Kevin y seguía teniendo reuniones a esta hora.
Se encargaba de una empresa tan grande que todos los días había reuniones interminables, documentos infinitos, asuntos innumerables que tratar, e incluso cuando se estaba terminando la jornada, estaba metida en su trabajo.
Hacía mucho viento.
Kevin llevaba un abrigo cuando salió, quería dar calor a Luna.
Diez minutos más tarde, la puerta de la sala de conferencias se abrió y los ejecutivos que asistían a la reunión salieron uno tras otro.
En cuanto salieron, vieron a Kevin sosteniendo un gran ramo de flores hecho con billetes, y todos detuvieron su discusión y saludaron cortésmente a Kevin.
—Señor York, buenas noches.
—Hola, señor Kevin.
Algunos se dirigían a él como señor York, otros como señor Kevin.
Kevin devolvió la sonrisa a todos.
Cuando se alejaron, murmuraron: —Kevin York es el hombr