Una ligera contracción apareció en la comisura de los labios de Jorge.
Lucía lo miró con preocupación, temía que Jorge hubiera vuelto a mezclarse con los excompañeros de prisión, de aquellos que no eran precisamente ejemplares, y que hubiera utilizado algún método especial para persuadir a Miguel García de que comprara la casa para regalársela a ella.
Incluso si lo hubiera logrado a corto plazo, tendría problemas constantes en el futuro.
Realmente no quería que Jorge se metiera en problemas innecesarios.
—¿Me preocupas? —preguntó Jorge con una mirada profunda y una sonrisa tenue. —Anda, todo se hizo de manera legal. Prometí que no causaría más problemas innecesarios y lo cumpliré.
—Pero mi padre es un hombre...
—He contratado a un abogado, —dijo Jorge tranquilamente, —Lo conocí en prisión y solía ofrecer asistencia legal a los reclusos. Es una buena persona. Me ha ayudado mucho después de que salí de la cárcel.
—Vale, ya veo, —finalmente se sintió aliviada. —Entonces debemos agradecerl