Polo se rió fríamente.
Omar le había contado cómo era todo el asunto, y él estaba intentando pensar en alguna manera de arreglar lo de Sonia, ¡pero no pensó que ya había acudido a él por su propia voluntad!
—Cariño, no tienes que preocuparte por esto, yo...
—¡Deja que me ocupe yo de esto!— la mirada de Lucía era firme.
Polo se volvió y la miró con cierta preocupación, con su gran mano acariciándole la cintura.
—Si no estuvieras embarazada, definitivamente te dejaría manejarlo. Pero ahora estás embarazada, y tengo miedo...
—¿Tienes miedo de que me enfade?— Lucía se rió—. ¿Cómo voy a enfadarme tan fácilmente? Cariño, no te preocupes, ya he pensado una manera de solucionarlo, así que déjame hacerlo a mí, ¿vale?
Polo nunca podría decirle no.
Aun con todo la preocupación, asintió con la cabeza, y mientras tanto, pidió a sus hombres en la empresa que estuvieran alerta para proteger debidamente la seguridad de la señorita.
¡La mujer de Polo tendría que ser mimada y consentida incondicionalmen