¡Franklin de inmediato frunció el ceño!
—Emily, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó el CEO, con tono exigente.
Emily exhaló, se detuvo por un instante, dudó, pero finalmente continuó caminando y dejó caer las palmas de sus manos sobre la elegante mesa.
—¡Mi esposo está grave, en recuperación y manda todo al demonio para venir a verse con esta mujer! —señaló Emily a Annia.
Annia se levantaba apresuradamente de su silla, con expresión de nerviosismo y sosteniendo entre sus brazos su bolso de un tamaño mediano donde sobresalía su libreta y algunas carpetas.
—¿No crees que merezco una explicación?
Franklin mantuvo su calma habitual, mientras sostenía su copa de vino en la mano y daba un sorbo.
—Emily… —él lo pensó por un segundo. Su ira le hacía hervir la sangre, a punto de dejar salir su molestia. No porque su esposa lo hubiese ido a buscar… sino por… ¡La desobediencia de Emily!, y el hecho de que… ¡LA DEJARON SALIR, CUANDO LO TENÍA PROHIBIDO!
Pero Emily no titubeó, sí, estab