¡Franklin de inmediato frunció el ceño! —Emily, ¿qué estás haciendo aquí? —le preguntó el CEO, con tono exigente. Emily exhaló, se detuvo por un instante, dudó, pero finalmente continuó caminando y dejó caer las palmas de sus manos sobre la elegante mesa. —¡Mi esposo está grave, en recuperación y manda todo al demonio para venir a verse con esta mujer! —señaló Emily a Annia. Annia se levantaba apresuradamente de su silla, con expresión de nerviosismo y sosteniendo entre sus brazos su bolso de un tamaño mediano donde sobresalía su libreta y algunas carpetas. —¿No crees que merezco una explicación? Franklin mantuvo su calma habitual, mientras sostenía su copa de vino en la mano y daba un sorbo. —Emily… —él lo pensó por un segundo. Su ira le hacía hervir la sangre, a punto de dejar salir su molestia. No porque su esposa lo hubiese ido a buscar… sino por… ¡La desobediencia de Emily!, y el hecho de que… ¡LA DEJARON SALIR, CUANDO LO TENÍA PROHIBIDO! Pero Emily no titubeó, sí, estab
"M@ldita sea…" Pensó Franklin al ver a Emily sufriendo así. Sus lágrimas caían sin parar, y su desesperación era cada vez más evidente. Estaba embarazada, y sabía que no debía llevarla a esos límites. "Tampoco es como si… Tuviera que ocultarlo…" Ese CEO se rindió en esa batalla, permitiendo que su encantadora esposa le ganara. Con un gesto decidido, llevó su mano izquierda a la parte trasera del cabello pelirrojo de Emily y, en un movimiento firme, la atrajo más hacia él. —¡Ay! —exclamó Emily, un grito de dolor escapó de sus labios. Franklin limpió las lágrimas que caían por sus mejillas con su mano derecha, y ella se quedó quieta. Podía ver la furia en los penetrantes ojos grises de su marido. No estaba contento, pero hacía el esfuerzo de mantener la calma. —Deja de llorar, bella Emily… —susurró, su voz suave actuando como medicina para el corazón de Emily, que sintió cómo todo su dolor se aliviaba de golpe. Ella asintió lentamente, no porque él le pidiera que dejara
✧✧✧ Más tarde, esa noche en la mansión Robinson. ✧✧✧ —Mi tía cumple años, bueno, en realidad no es mi tía, es la mujer de mi tío Erik. Pero nos invitó… Él me hablaba del tema mientras me llevaba al hotel donde estabas —contaba Emily, mientras frente al largo espejo tomaba un vestido y lo colocaba frente a ella, aún sin ponérselo, pero viendo qué tal le lucía. La mujer pelirroja vistiendo una ligera bata corta negra de seda. Lanzó el vestido a una silla, y tomó otro que estaba amontonado sobre un mueble, junto a más elegantes vestidos. En su cuello, Emily llevaba puesto el collar que su marido le había obsequiado días atrás. Ese mismo de tono azul que iba a juego con sus grandes y hermosos ojos del mismo color. —¡Este tampoco me gusta!… —dijo, refiriéndose al vestido—. La familia de mi tío es muy exigente y… —No iré —la interrumpió Franklin en la distancia, recostado en la cama, viendo a Emily—. Un maldito que me quiere muerto, ¿qué te hace pensar que querría ir y perder
La expresión del CEO Robinson se tornó sombría. Aunque las palabras que le decía su esposa, eran para que confiara más en ella… ¡Tuvieron el efecto contrario! —¿Y cuándo pensabas decírmelo, Emily? —resonó su grave voz, llena de frialdad—. ¿Por qué mantuviste oculto el hecho de que podrías irte en cualquier momento? Emily quedó en shock. Levantándose de la cama con nerviosismo. —¡No sabía cómo lo tomarías!, no es como si… —No. No mientas —soltó él una risa fría, cruel—. Sé perfectamente cuando alguien me está mintiendo. Tú no solo ocultaste el número de Isabella, no… —él hizo una pausa, como si las siguientes palabras que fuese a soltar le costarán un mundo—. Esperabas un momento, esperabas la oportunidad, ver la situación, porque sé que eres una mujer inteligente, y… Huir. Irte. Dejarme. El corazón de Emily latía desenfrenado, ella apretaba su mano en puño cerrado y tembloroso contra su pecho. Sintiendo cómo las lágrimas caían a torrenciales. Negó rápidamente con su cabeza.
Los cálidos rayos del sol ingresaban por las largas ventanas de la habitación, sobre la cama de sábanas blancas, acostada y profundamente dormida, yacía esa hermosa mujer pelirroja. Luciendo aún su bata negra de seda mal enrollada hasta su cintura por su movimientos al dormir, dejaba su tanga negra expuesta; su cabellera esparcida a su alrededor resaltaba sobre el blanco de las sábanas. Aferrada a una almohada, Emily abrió lentamente los ojos. La soledad y el silencio de la habitación la envolvió. Vio el reloj de pared en la habitación: 6: 50 am. Aún era bastante temprano. Sus ojos dolían de tan hinchados por tanto llorar, su mano derecha estaba vendada y su cuello también gracias a los cuidados del mayordomo. "Él no vino…" Pensó la mujer en su esposo. Si Patrick la atendió, era normal pensar que el señor Robinson ya estaba enterado de todo lo sucedido, sin embargo, no llegó a verla. Emily guió su mano a la mesita de noche, donde había puesto con cuidado el collar qu
Sus ojos azul claro brillaban con nerviosismo mientras observaban el elegante salón, donde la luz tenue de los candelabros realzaba la belleza de la decoración que ella misma había creado con tanto esmero. Emily había decidido viajar a Miami, a la casa de verano de su esposo, con la intención de sorprenderlo con una noticia que la llenaba de ilusión. Con manos temblorosas, colocó las rosas en el jarrón del centro de la mesa, retrocediendo unos pasos para admirar su obra. El delicioso aroma de la cena que había preparado se filtraba desde la cocina, pero antes de dirigirse a traer los platillos, un sonido inesperado la hizo detenerse en seco. La puerta principal sonó al abrirse. "¡Es él! ¿Tan pronto ha regresado de su reunión...?" Pensó ella, con su corazón latiendo desenfrenadamente. Con la cajita rectangular bellamente decorada en la mano, Emily apagó las luces y se ocultó, deseando captar su sorpresa. Pof~ Un estruendo resonó en el aire, como si algo pesado hub
—Tú nunca me has amado. Firma los malditos documentos —le dijo él, su gélida mirada como dagas afiladas, atravesando su alma. En ese momento, Abril se acercó hacia ellos, con una sonrisa sarcástica. —¡Házlo, perra! ¡Que sea rápido! —le exigió Abril Sinclar, prima paterna de Emily—. ¡Acabas de agredirme con un jarrón! ¿Quieres que mi padre lo sepa? Recuerda que el tío Alphonse está hasta el cuello de deudas por el hotel, y si no fuera por los préstamos de mi familia, la tuya estaría viviendo en la calle. Rápidamente, entre ira, decepción y dolor… Emily firmó, sin siquiera leer los documentos, sintiendo que su vida se desmoronaba en un instante. ………. ✧✧✧ 15 días más tarde. ✧✧✧ El camión de la mudanza se detuvo, y los hombres comenzaron a descargar las pertenencias de Emily, quien había sido echada de la mansión del CEO Gerald Phillips. Apenas ella ingresó, su madre, doña Ava Sinclair, la estaba esperando junto al abogado de la familia, con una expresión de desesp
—Lo sé. Tal acto me daría una mala reputación, es por eso que les permitiré vivir en la mansión, pero absolutamente todos los gastos correrán a cuenta de ustedes. Si la mansión se deteriora, por no pagar las cuentas. Las echaré —advirtió don Erik Sinclair, fríamente. —¡No te preocupes!, Emily y yo nos ocuparemos de todo. Gracias por tu generosidad, cuñado —se vio obligada a sonreír cabizbaja, doña Ava. …………. Mientras eso sucedía. En el estacionamiento de la mansión de los Sinclair. —¿Era necesario que viniera, señor Robinson?, su agenda es muy ocupada —le preguntó el asistente, Jack Smith, a su jefe, mientras abría la puerta del lujoso automóvil oscuro para que ese CEO, baje. La alta figura imponente de ese hombre de cabellera negra rizada se mostró, sus afilados ojos grises destilaban una frialdad que parecían un reflejo de la misma tarde nublada. Su ancha espalda, aún con el elegante traje oscuro y la gabardina, mostraban un esmerado cuidado físico. Jack de inmedi