Las manos de Emily se aferraban al cabello rizado y oscuro de ese hombre. Sus piernas permanecían abiertas, dejándolo ingresar libremente a su interior, mientras sus labios se encontraban en besos húmedos y ardientes. Algunos eran lentos, mientras otros estallaban con una pasión descontrolada, imposible de contener para ambos.
¿La fiesta? Al diablo con la fiesta.
Ninguno de los dos sabía cómo habían terminado en esa situación, entrelazados, perdiéndose en el calor del momento.
Quizás la madre de Emily se encargó de los invitados, inventando alguna excusa conveniente. Después de todo, todos sabían que el CEO Robinson era discapacitado. Pero en ese instante nada importaba. Ni los invitados ni las apariencias.
………………
Más tarde esa noche, en la habitación de invitados.
Emily respiraba con dificultad. Su cuerpo, cubierto de sudor, era un reflejo de la intensidad del encuentro sexual que acababan de compartir. Sus fluidos y los de Franklin se mezclaban en su piel desnuda. Su pecho s