En la celda contigua el bardo acarició las melodiosas cuerdas del arpa, arrancó notas tristes que llegaron hasta los oídos de Niccolo en su propia oscuridad.
Señor, ¿ha visto usted a mí hijo?
Era una canción triste sobre una madre que va a buscar a su hijo después de una sangrienta batalla... El bardo cantaba y lloraba:
Por favor señor, dígame: es un joven amable y sincero como ningún otro.
Su padre lo espera en casa, me dijo que está orgulloso.
No era la primera vez que el bardo lo hacía llorar, tenía una voz melancólica y cantaba como si hubiera visto a aquella madre llorar entre las montañas de cadáveres mientras el comandante le narraba los hechos:
Los cascos sonaron, mi señora, su hijo peleó a mí lado...
Todos los siguieron hasta el final.
Un hombre tan bueno no debería hacer a su madre llorar...
Niccolo se limpió las lágrimas con la manga de la túnica, la boca le temblaba pero aún así no soltó el sollozo. Días atrás los