(Seven White)
La mañana empezó sin altibajos, con las entrevistas de los nuevos estudiantes, la verdad es que no había mucha diferencia en los tres primeros. Eran adolescentes pijos y adinerados que querían entrar en una prestigiosa universidad como la nuestra, nada más.
Hice rodar mi silla, mirando hacia los grandes ventanales que daban al campus. Aquello estaba resultando agobiante, aquella monotonía.
Me quité las gafas y presioné con los dedos sobre el tabique de la nariz, intentando desestresarme un poco, cuando escuché la puerta abrirse y cerrarse.
Los pasos del siguiente posible alumno se fueron acercando más y más, hasta que esa persona se sentó frente a la mesa, en su silla.
Volví a la posición actual, con las gafas en la mano aún, sacando la ficha de la siguiente entrevistada, dándome cuenta de que era aquella mujer que me resultaba un enigma. ¿Por qué la seleccioné, de todas maneras?
Me coloqué las gafas, frustrado, y volví a estudiar el perfil del candidato. No había nada fuera de lo común, sus ingresos eran demasiado bajos como para permitirse estudiar en un lugar como este, y por supuesto, no pertenecía a ninguna familia influyente, así que… ¿por qué demonios preseleccioné su ficha?
Me observaba, parecía estar estudiándome con la mirada de la misma forma en la que yo lo hacía. Y entonces, antes de darme cuenta siquiera, la reconocí.
Me sorprendí tanto que perdí el habla, era incapaz de pronunciar palabra, y hacía verdaderos esfuerzos por no echarla de mi lugar de trabajo a patadas. Intenté mantener la calma, barajar las posibilidades de que aquella mujer estuviese allí. No podía ser una coincidencia ¿verdad?
¿Qué posibilidad había para que la camarera ligera de ropa que vi en el antro de mala muerte al que me llevó Brad, estuviese allí, queriendo ser aceptada en mi universidad? Ninguna, ¿verdad?
Carraspeé, intentando volver a la realidad, dejar de preguntarme cosas, y seguir con la entrevista.
La chica, la única chica en la que me fijé en toda la noche, en ese antro de mala muerte, esa que ponía los tragos, esa a la que le compré una botella de agua, … no podía estar allí, devolviéndome la mirada.
Pero… ¿desde cuándo me importaba a mí lo que pensase o dejase de pensar, una mujer? Negué con la cabeza, intentando alejar los pensamientos negativos de mi mente.
Desde luego tenía dinero, más del que jamás esperé que una persona como ella pudiese tener. Y eso me sorprendía muchísimo.
Entonces, me percaté de que estaba de pie, y me sentí realmente ridículo, así que volví a sentarme.
Estaba más que claro que no tenía nada que obstaculizase su ingreso en la universidad, aun así, era yo, gracias a mi padre, el que tenía la última palabra, ¿no es cierto?
Era más que obvio que iba a tirar su expediente a la b****a en cuanto ella saliese por la puerta, y así lo hice.