Antonio busco aprovechar esos sutiles momentos donde nadie los veía, para robarle algunos besos a su amada esposa, quien se notaba divertida por esos besos y siempre buscaba correspondérselos.
- Sabes mi amor – susurro Antonio, mientras abrazaba y pegaba a su amada a su cuerpo.
- ¿Dime? – pregunto Helena con una sonrisa en sus labios dejándose hacer.
- Me pregunto si Sara quiere dormir hoy con los cachorros – dijo empleando un tono coqueto en su voz.
- Creo que si – dijo divertida Helena, dejándose hacer por su amado.
Para todos los invitados y nobles que acudieron a esa fiesta, el antiguo rey era la prueba viviente de que el amor no tiene límite de edad, ya que, a sus 44 años, Antonio aun mantenía su gran deseo y pasión por su amada esposa, quien igual sentía ese deseo y necesidad, porque amaba demasiado a su esposo.
- Ustedes no cambian ¿eh? – opino Gael acercándose a ellos, buscando romper ese ambiente romántico que habían creado.
- Creo que eso es algo romántico y admirable de mi