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Capítulo 06: ¡No volveré a ser humillada!

⁠✧⁠✧⁠✧ En el avión privado a París. ⁠⁠✧⁠✧⁠✧⁠

Fiorina estaba concentrada en su tableta de diseño digital, dibujando ocasionalmente con su lápiz.

Su cabellera castaña estaba enrollada en un moño alto algo alborotado, su traje era de dos piezas, totalmente negro, elegante, pero sencillo. Traía una pañoleta roja alrededor de su cuello.

De repente, una sombra la cubrió y levantó la vista.

Giorgio Marchesani se sentó al otro lado de la mesita frente a ella, con una mirada severa.

—Señorita Cassini —la nombró él—. Con respecto al evento de esta noche, es mi deber informarle algunos detalles que tiene que tener claros.

El tono de Giorgio fue claro. Ella de inmediato dejó de lado su tableta de lado, y se irguió, prestando atención a su jefe.

—La marca Bellavance, es muy importante en París. A ese evento asistirán ejecutivos de todo el continente, incluso, del mundo. Pero eso ya lo sabe… —él entrelazó sus manos por encima de sus piernas cruzadas, con una elegancia innata—. Iré directo al punto: estará presente el CEO Massimo Bernardi.

Fiorina sintió un vuelco en el corazón, pero mantuvo la compostura.

—Lo sé. No será un problema.

—Espero que no. Porque tiene una oportunidad única. Demuéstreme que los rumores sobre su… falta de profesionalismo, son falsos.

Sus manos estaban cruzadas debajo de la mesa, sus palmas estaban sudorosas.

Unos segundos después, ella asintió, tragando saliva.

—Tengo muy en claro cuál es mi lugar, señor Marchesani. No pretendo cometer los mismos errores —soltó ella con seguridad clara.

Giorgio ladeó un poco su cabeza elevando levemente el mentón. Sus ojos grises y penetrantes recorrieron a Fiorina con atención gélida que haría que cualquiera temblara.

—Sé que usted posee habilidades de diseño bastante admirables, señorita Cassini.

En ese instante, Giorgio se inclinó un poco hacia el frente, apoyando sus brazos en sus rodillas. Sin dejar de hacer contacto visual con su nueva y talentosa empleada.

—Sin dudas, es usted el tipo de empleada que escalará rápido en la industria nuevamente; sin embargo, si busca un ascenso “rápido” hay “otras maneras” de lograrlo.

¡FIORINA ABRIÓ SUS OJOS DE PAR EN PAR! ¿Acababa de insinuarse su nuevo jefe?

—No —respondió ella, con la voz un poco más áspera de lo que pretendía—. Prefiero el camino convencional.

Giorgio se recostó en el asiento, una sonrisa casi imperceptible curvó sus labios.

—Aburrida… Pero honesta. Bien.

Sólo entonces comprendió: había sido una prueba. Y, al parecer, la había aprobado.

………

⁠✧⁠✧⁠✧ Esa noche, en la alfombra roja. ⁠⁠✧⁠✧⁠✧⁠

Los flashes de los fotógrafos, y los cientos de periodistas a los costados, captaban con sus cámaras, la llegada de cada uno.

La limusina negra se detuvo, se acercó el portero del evento, que abrió con sutileza.

El CEO Giorgio Marchesani, fue el primero en bajar con su elegancia habitual, su traje hecho a medida color grisáceo con negro.

Al extender la mano para ayudar a bajar a su acompañante, todos contuvieron el aliento.

Fiorina Cassini emergió. Su vestido plateado perlado, guardado para una ocasión que nunca llegó con Massimo Bernardi, centelleó bajo los focos.

Por un instante, el silencio fue absoluto. Luego, estalló el caos. ¡Enloquecieron, tomando fotos!

—¡Es la diseñadora Cassini! —¡La de la cicatriz! —¿Marchesani la trae? ¡Qué escándalo!

Fiorina apretó el brazo de Giorgio, manteniendo una sonrisa profesional. No estaba allí para esconderse.

Ignorando los gritos, Giorgio guió a Fiorina con determinación por el mar de flashes, respondiendo a las preguntas con una frialdad que cortaba el aire.

Una hora después, sobre la pasarela iluminada los reflectores moviéndose al compás del caminado refinado de cada una de las modelos francesas en lencerías blancas, cremas, colores suaves pastel.

Diseños coquetos, sensuales y algunos un poco atrevidos.

Fiorina prestaba atención desde su asiento, la mujer tomaba notas.

¡Ese era su trabajo!

Para eso estaba ahí…

Para ver la moda francesa en lencería, para inspirarse en la creación de la colección de “noche de bodas”, que también presentaría la “Casa Dorata M” en su próximo evento de novias.

Cuando finalmente, la pasarela finalizó. Giorgio volvió a ver a Fiorina de reojo.

Ella parecía bastante feliz, viendo todas las notas que agregó en su tableta digital.

—Ya que el evento ha finalizado señorita Cassini. Tengo que saludar a algunos conocidos, y socios franceses.

—¿Voy con usted? —preguntó ella. Viéndolo a él ponerse de pie, y ajustarse su saco con elegancia.

—No todavía. Primero quiero que usted consiga el número de la agencia de las modelos. Estoy interesado en contratar a algunas para nuestro próximo evento en Milán.

Fiorina lo miró, sorprendida.

—¿Modelos francesas? —preguntó, intentando descifrar su intención.

—Sí. Las de cabello oscuro —respondió él, sosteniendo su mirada el tiempo justo para que la pregunta resonara—. ¿Podría ocuparse de ello?

—Por supuesto, señor Marchesani —asintió ella, desviando la mirada hacia su tableta.

Mientras Giorgio se alejaba, Fiorina no pudo evitar preguntarse si su interés era puramente profesional.

……

Más tarde, en el salón de fiestas del evento, el ambiente estaba cargado de murmullos disfrazados de conversación.

Fiorina se dirigía hacia la mesa de bebidas cuando un comentario, claramente dirigido a ella, cortó el aire:

—¿Es la de los rumores? ¿La de la asquerosa cicatriz?

—Sí. No es nada bella. No sé cómo la “Casa Dorata M”, fue a cometer el error de contratarla.

—Casi vomito cuando vi su cicatriz. ¡No creo que el CEO Massimo Bernardi, haya besado a esa mujer tan fea!

Fiorina parpadeó lentamente, intentó ocultar su molestia. Tenía que verse digna, elegante, ahora era la empleada de Giorgio Marchesani y tenía que dar la talla en todo aspecto.

Sin embargo…

—…una espía de la Casa Dorata M. Seguro que por eso se acostó con Massimo Bernardi, un hombre casado. Qué asco de mujer.

¡Fiorina se detuvo por un instante!

“¿Yo? ¿Una espía?”

Apretó el puño derecho, respiró hondo y giró directamente al pequeño grupo de mujeres elegantemente vestidas que cuchicheaban.

—Tienen razón en una cosa —comenzó Fiorina, con una voz clara y serena que se impuso a los murmullos—. Massimo Bernardi es un hombre casado. Algo que, curiosamente, yo descubrí al mismo tiempo que todo Milán, gracias al espectáculo que montó su esposa.

Las mujeres se quedaron paralizadas, la sonrisa burlona congelada en sus rostros.

Fiorina continuó, avanzando un paso hacia ellas mientras sostenía su copa con una seguridad absoluta.

—Lo que no entiendo —prosiguió, con una sonrisa fría— es su obsesión por con quién me acosté. ¿En esta industria el valor de una mujer solo lo deciden los hombres con los que se acuesta? Qué perspectiva tan pobre.

Una de las mujeres, de rostro enrojecido, intentó hablar:

—¡No te atrevas a…!

—¿A qué? —la interrumpió Fiorina, alzando levemente la barbilla—. ¿A decir la verdad? No soy una espía. Soy una diseñadora. Y he tenido el honor de que Giorgio Marchesani reconozca mi talento, algo que, por lo visto, duele más que cualquier rumor inventado."

Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran. Luego, clavó la mirada en cada una de ellas.

—Así que, se los ruego, si van a hablar de mí, usen los títulos correctos. La próxima vez, pueden decir 'Fiorina Cassini, la diseñadora que Giorgio Marchesani eligió personalmente para rescatar de la mediocridad y el escándalo que ‘otros’ —y recalcó la palabra— ‘no supieron manejar’. Queda mucho más profesional.

Antes de que pudieran reaccionar, Fiorina alzó ligeramente su copa en un gesto de burla cortés.

—Les deseo una agradable velada. Y ya que tanto les preocupa mi vida… no se pierdan el próximo desfile de la Casa Dorata M.

Se dio la vuelta y se alejó con paso firme, dejando atrás el silencio y las expresiones de asombro de la multitud.

La adrenalina de sus palabras aún corría por sus venas. Necesitaba aire fresco, pero al levantar la vista, se encontró con la mirada directa de su nuevo jefe, Giorgio Maccaesani.

Él se quedó a poca distancia, levantando ligeramente la mano, indicándole que se acercara.

Fiorina respiró hondo, se recompuso rápidamente, cogió una copa de champán de la bandeja del camarero y caminó con gracia hacia él.

Sin embargo, al acercarse, la figura de Giorgio se movió ligeramente y el hombre frente a él, que había estado de espaldas a ella, se dio la vuelta.

El tiempo pareció detenerse.

Era Massimo Bernardi.

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