CAPÍTULO 48
Cuando el auto ingresó en el porche de la casa, Vanessa estuvo por bajar tan pronto como el freno de mano fue colocado y el motor apagado, pero el agarre de Emil en su muñeca la detiene. — Emil, por favor — pide en tono bajo. — ¡Sólo déjalo!

El silencio se hace dentro del auto y es que, aunque no existan más palabras, y aunque lo de ellos es algo que no tiene nombre más allá de una atracción, ambos pueden sentir cómo dejarlo ir es doloroso; tal vez es porque los amores que no pueden terminar de nacer tienen una muerte más caótica que aquellos a los que se nos permite vivir.

Emil afloja su agarre lentamente, pero no puede evitar que su mirada busque la de Vanessa hasta dar con ella. En esa mirada, ambos ven reflejadas sus propias frustraciones, el anhelo que cada uno siente y el dolor de la oportunidad perdida.

—Lo siento, Vanessa —dice finalmente, su voz apenas un susurro—. Es solo que... es complicado aceptar perder lo que por primera vez deseo.

Vanessa asiente al escucharlo, pero ter
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