Liam se incorpora ligeramente, la observa desde arriba como si contemplara algo sagrado, algo que ha deseado por tanto tiempo que ahora le parece irreal. Sus dedos tiemblan mientras descienden por su espalda, hasta encontrar el cierre del vestido. Con un gesto cargado de deseo contenido, lo desliza hacia abajo lentamente, desnudando su piel centímetro a centímetro, como si cada parte de ella mereciera ser descubierta con reverencia. Sus pechos, libres de la opresión del sostén, se alzan orgullosos, como dos montañas que desafían al cielo, invitándolo a perderse en su esplendor.
Con manos temblorosas, casi en un gesto de adoración, él comienza a descender por su cuerpo, acariciándola con una devoción reverente, como un peregrino que recorre con lentitud el sendero hacia el templo sagrado del placer. Sus dedos rozan su piel con una mezcla de anhelo y respeto, como si cada rincón de su cuerpo fuera sagrado, como si estuviera a punto de revelar un secreto oculto entre sus curvas.
Una a