El avión aterriza en Francia con un golpe seco que hace temblar las ventanillas, y por un segundo todo el grupo contiene la respiración como si el simple acto de tocar tierra marcara un antes y un después en la vida que dejaron atrás. Liam mira a través del vidrio empañado, intentando asimilar que, por primera vez en su vida, no llega a un país para una competencia, una reunión o un evento público, sino para esconderse. A su lado, Amara sostiene su vientre con las dos manos, como si ese gesto fuera una forma instintiva de proteger a su bebé incluso a miles de metros del peligro.
Carlota es la primera en levantarse cuando la señal indica que pueden abandonar el avión. Su postura es rígida, militar, pero sus ojos están alerta, evaluando cada movimiento a su alrededor como si cada pasajero pudiera ser un enemigo disfrazado.
–A partir de ahora –dice en voz baja, mirando al grupo. – no somos nosotros. No somos nadie. No llamamos la atención, no nos movemos en grupo y no repetimos los mis