C122-¿HENRY CAVILL, ALEMÁN?
Kate salió del bufete con la mirada clavada en el suelo y los brazos llenos de cajas. El rostro de su madre seguía grabado en su cabeza como una maldición. Metió la última carpeta en el asiento trasero del coche, cuando la llamaron.
—¡Kate!
Se giró y Eva, su asistente, corría hacia ella con lágrimas en los ojos. La abrazó sin pedir permiso.
—No creo nada de lo que dijeron en ese video. ¡Nada! —sollozó—. Sé que no eres así.
—Gracias, Eva…
—Te voy a extrañar —dijo la joven, con un puchero infantil.
Kate forzó una sonrisa triste, la abrazó una vez más y se subió al coche. Pero Mientras conducía, las lágrimas comenzaron a deslizarse solas. Se limpió los ojos, pero no podía frenar ese nudo en la garganta ni la rabia que le golpeaba el pecho.
¿Qué le había hecho a su madre para que la odiara así? ¿Qué error cometió que justificara ese ensañamiento, esa crueldad?
De pronto, giró sin pensarlo dos veces y tomó la avenida que la llevaba al hospital, y cuando llegó, f