El sol de la Toscana comenzaba a ponerse detrás de las colinas, tiñendo los viñedos con tonos dorados y escarlata. Me senté en el muro de piedra antigua que rodeaba una de las terrazas de la villa, mis dedos girando distraídamente la copa de vino. Abajo, el valle se extendía como un mosaico perfecto de vides, olivos y cipreses, una belleza que parecía burlarse del caos que se formaba dentro de mí después del encuentro con Francesca.
"Conozco a Christian desde que éramos niños."
Sus palabras continuaban resonando en mi mente. Una mentira más, una capa más de secretos. Estaba cansada de descubrir que nada era lo que parecía cuando se trataba de Christian Bellucci.
Escuché pasos acercándose por las piedras de la terraza y reconocí su andar sin necesidad de mirar. Christian se detuvo a mi lado, un suspiro escapando de sus labios antes de sentarse en el muro, manteniendo una distancia prudente entre nosotros.
"Perdón por haberte dejado sola con ella", comenzó, su voz baja. "No fue por elec