El celular de Nate estaba ahí, a la vista de todos, en la esquina de la mesa cerca de su codo. No había sonado con la llegada de un mensaje, no había encendido la pantalla con ninguna notificación. Ninguna señal de que hubiera recibido cualquier tipo de comunicación en los últimos minutos desde que envié mi pregunta devastadora.
Lo observé discretamente mientras fingía prestar atención a la conversación animada. Cada segundo que pasaba sin respuesta me daba una falsa sensación de alivio, como si la ausencia de reacción pudiera de alguna forma negar la realidad que se estaba cristalizando en mi mente.
"¿Tu teléfono está en modo 'no molestar'?", pregunté casualmente, interrumpiendo mi propia observación silenciosa.
Nate se detuvo en medio de un bocado y me miró con sorpresa genuina.
"No", respondió, frunciendo li