El sol de la tarde entraba suavemente por la ventana de la sala de estar mientras acomodaba las flores que Isabella había traído por la mañana —un intento dulce de su parte de hacer la casa aún más acogedora para Matteo. Anne estaba desparramada en el sofá a mi lado, hojeando distraídamente una revista de moda europea que había comprado para "inspirarse para la nueva vida", como ella misma decía.
"Todavía no puedo creer qué tan rápido funciona la justicia cuando se tiene dinero e influencia", comenté, arreglando los últimos pétalos en el florero. "En cuestión de semanas, todo ya estaba prácticamente resuelto."
"El dinero mueve montañas, hermana", Anne respondió sin quitar los ojos de la revista, pero con ese tono medio sarcástico que conocía bien. "Y cuando tienes abogados caros, contactos influyentes y pruebas irrefut