Tres semanas después que se dio cuenta de que no podía seguir de ese modo, que el mundo no se detendría por su dolor y es que debía reunir las fuerzas necesarias para continuar.
El dolor no había desaparecido y probablemente jamás lo hiciera, pero se había vuelto un poco más soportable; tanto como para salir de la casa y visitar a su madre. Aunque no lo hizo sola, sino que Alexander se ofreció a acompañarla; lo cual le agradecía profundamente.
En cuanto entro en aquella casa en la que había nacido y la cual albergaba muchos de sus mejores recuerdos, no pudo evitar que estos mismos le llevaran de forma invariable hacia su padre. En un solo segundo regreso la tristeza, la cual estuvo a punto de sobrepasarle de no ser porque Alexander se encontraba a su lado. Este se dio cuenta de lo que le pasaba y acerco su cuerpo aún más al suyo, tomándole una de las manos par
Esa misma noche, Emilia no lograba conciliar el sueño; aun cuando sentía como Alexander dormía profundamente a su lado. No podía dejar de pensar en la conversación que tuvo con su madre esa misma tarde, pues había algo que no dejaba de rondarle por la cabeza de forma incesante.Su padre había vivido con su condición cardiaca durante años, misma que había aprendido a controlar. Si bien se afanaba en quejarse por eso, siempre había sido especialmente estricto con su medicación y sobre todo siguiendo las ordenes de los médicos. Había estado tan bien los días anteriores a su muerte, que no lograba comprender como es que de pronto le había sobrevenido un evento cardiaco de la nada. Mientras más lo pensaba, más convencida se encontraba de que debió haber una causa, que algo tuvo que sucederle para que pasara.Esa idea la mantuvo despierta
Cuando al fin logro llegar al apartamento de Clara, sentía como la sangre prácticamente le hervía. Había hecho uso de hasta la última gota de autocontrol que tenía para no volverse loca durante el trayecto, lo cual a decir verdad había resultado del todo.Toco el timbre un par de veces antes de escuchar ruido al otro lado de la puerta. Para su fortuna, fue Clara quien abrió; pues no se encontraba de humor para tratar con intermediarios. No con el terrible humor que tenía en esos momentos y sobre todo con lo que tenía para decirle.Clara la saludo con aquella perfecta sonrisa que poseía y su clásica pose de superioridad.—¿Que te trae por aquí? —le cuestiono con calma.En cambio, apenas Emilia la escucho no lo soporto y entro al apartamento sin importarle si es que lo permitía o no. Lo único que deseaba en esos momentos era la v
Cuando salió de aquel apartamento, la furia que sentía hacia Clara no era nada comparada con la que sentía por si misma. Era consciente de que ella había sido la culpable, de que era su responsabilidad la muerte de su padre; lo cual le causaba un dolor tal como jamás había experimentado. Sentía que estaba a punto de volverse loca, más ese solo sería un descanso para el castigo que tenía en claro se merecía.Caminaba por las calles del centro de la cuidad sin rumbo fijo, cuando de pronto recibió un mensaje de Alexander.“¿Desayunamos juntos cariño? Estoy ansiando verte, te extraño demasiado.”Aquel mensaje fue capaz de despertar en su pecho un pequeño destello de calidez. Sin embargo, eso solo le hizo sentir aún más culpable; pues la sola idea de ser feliz era terrible. Había sido su culpa la muerte de su p
El aroma a flores inundaba La Catedral del Santo Nombre, en Chicago. Era finales de julio, el cielo se encontraba despeado y el clima era cálido; perfecto para la ocasión que estaba a punto de tener lugar.En el interior todo estaba cubierto de rosas blancas, el camino de entrada había sido cubierto por pétalos que daban la bienvenida a una hermosa novia enfundada en un precioso vestido blanco. Era una creación exquisita de encaje y satén, que envolvía la figura de la joven; resaltando su pequeña cintura, sus pechos generosos y caderas estrechas. La cola del vestido de estilo clásico arrastraba tras ella un par de metros, mientras avanzaba tomado del brazo de su padre. Este le veía con una sonrisa, mientras sostenía su mano con cariño, haciéndole saber que estaba a su lado.Avanzaban al ritmo de la marcha nupcial, pasando al lado de toda su familia y amigos; quienes los veían con alegría e incluso algunas lágrimas eran derramadas. En cambio, la atención de ella se encontraba puesta
Un par de meses atrás…Alexander había llamado a Clara, su novia, varias veces a lo largo de la tarde sin respuesta. Deseaba verla, hablar con ella; por lo cual insistió hasta que consiguió que su asistente le dijera donde se encontraba. Ambos había decidió mantener su relación en secreto, por el bien de sus carreras. Ella era una importante modelo, su carrera iba en ascenso. En tanto que él era el Ceo de una de las empresas de construcción más importantes del país.Llevaba varios días sin verla, así que en contra de todos sus acuerdos decidió buscarla en público. Según su asistente se encontraba en el hotel, The Gwen. Tenía una reunión hay con un cliente y pretendía sorprenderla. Por desgracia, al arribar no encontró rastro alguno de ella en el restaurante o el bar; por lo cual dio por hecho que debía encontrarse en alguna de las salas de reuniones. No tenía otra opción más que esperar y no encontró una mejor forma de hacerlo que tomando una copa en el bar. Apto por dirigirse haci
Alexander no tenía idea de lo que estaba pasando y es que no era típico en ella el actuar de ese modo. —¿Qué es lo que te sucede? —le cuestiono extrañado.Por desgracia Emilia no contesto, sino que tan solo se acercó un poco más a él; lo cual le sorprendió de inicio. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo que pretendía y es que se ocultaba tras suyo, mismo que solo causo su mayor desconcierto. No lograba entender lo que pudo hacerla actuar de ese modo. —¿Qué diablos te sucede Emilia? —deseo entenderlo. —Cállate y no te muevas —respondió de forma cortante. —Lo are si no me dices lo que ocurre —advirtió, mientras comenzaba a hacer girar el banco sobre el que se encontraba sentado. Emilia no pretendía dejar que eso ocurriera, así que lo retuvo con firmeza. —Hablo en serio, si te mueve te lastimare —lanzo un ultimátum en su contra.Alexander en cambio le presto poca atención a sus palabras, soltándose de su agarre para comprobar de lo que se trataba. En cambio, a sus espaldas n
Emilia no tenía la menor idea de lo que le ocurría; pues la actitud relajada de antes había desaparecido. Parecía molesto, exaltado y totalmente fuera de sí. Estaba claro que algo había sucedido, solo que no tenía la menor idea de lo que se trataba. Tampoco parecía que él se encontrase dispuesto a revelarlo, por lo cual solo le resto seguirlo al menos hasta el exterior y es que eso era justo lo que deseaba. Una vez se encontró fuera, se liberó de su agarre; aun cuando eso no le resulto nada sencillo. —¡Loco! —lo llamo con desprecio mientras se alejaba.Alexander apenas era consciente de lo que estaba haciendo, al igual del hecho de que Emilia se alejó de él furiosa. Vio entonces como al otro lado de la calle Clara subía a un auto, acompañada de aquel hombre. No podía permitir que se marcharan, necesitaba detenerlos y obtener respuestas de su parte. Por desgracia, el tiempo se terminaba. Ellos se marchaban y no dejaría que eso ocurriera. Infortunadamente su auto se encontraba en e
Cuando Emilia comenzó a despertar, lo hizo sintiéndose confusa y es que no recordaba lo sucedido o al menos fue así en un principio. Pronto observo todo a su alrededor, se encontraba en una habitación pintada en su totalidad de color blanco, lo cual, acompañado aquel característico aroma a alcohol y desinfectante, le hizo dar cuenta del sitio en el que se encontraba. Estaba en una habitación de hospital y ser consciente de eso le hizo recordar los acontecimientos de esa noche, mismos que terminaron en un coque de auto. Apenas fue consciente del todo de si misma, se dio cuenta de que por fortuna no parecía encontrarse gravemente herida. Portaba un collarín, sentía un liguero sabor metálico en su labio inferior y usaba una clase de cabestrillo en una de sus muñecas. Fuera de eso se sentía bien, tan solo se sentia levemente dolorida. Sin embargo, eso no mermaba su furia y es que tenía en claro quién era el culpable de que se encontrara ahí. Su molestia no radicaba tanto en el daño su