Capítulo 53 —La marca de su mano
Narrador:
El aire seguía impregnado de deseo, de rabia contenida, de algo que no deberían estar sintiendo. Nadia apenas podía sostenerse en pie después de lo que había pasado. Su cuerpo aún temblaba, sus piernas se sentían de gelatina y su respiración seguía errática.
Massimo, en cambio, la miraba como si acabara de ganar una batalla. Su mirada oscura era fuego puro, un infierno que la consumía cada vez que la tocaba, cada vez que le susurraba al oído y hacía que su cuerpo respondiera sin su permiso.
Nadia aún tenía los labios hinchados por sus besos, la piel erizada por la forma en que la había poseído sin siquiera haberla penetrado. Se sentía avergonzada, vulnerable, completamente desarmada. Había sentido tantas cosas en tan poco tiempo que apenas podía procesarlo.
Y él, el bastardo, seguía viéndola con esa media sonrisa satisfecha, con esa mirada de hombre que sabía exactamente lo que le había hecho.
—Eres un hijo de pu*ta —escupió ella, con la voz