CAPÍTULO 88

Aidan sentía que el alma se le caía a los pies mientras su nariz comenzaba a sangrar. Dentro de él, Akela y otros dieciocho lobos aullaron angustiados.

Los Alfas lo miraron con preocupación porque a aquellas alturas ya todos sabían que, a menos que un fantasma le hubiera roto la nariz, aquello era provocado por lo que le estaban haciendo a la reina.

Se limpió con rabia mientras rogaba a la Diosa dos cosas: la primera, que Rhiannon fuera capaz de enviarle una señal de dónde estaba, y la segunda, que todos los que la estaban lastimando estuvieran vivos cuando llegara, para tener el placer de arrancarles las gargantas él mismo.

El piloto había entrado a anunciarles que estaban a punto de aterrizar en Nueva York cuando el primer corte se abrió sobre la piel de su antebrazo. Se levantó la manga y disfrutó cada herida que se iba abriendo sobre su piel mientras Alanna jalaba su m

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