Capítulo 3: Una mujer vulnerable.

Alexis Nickolai Kontos

Me moví con pereza, negándome a levantarme de la cama, cuando de pronto sentí un cuerpo femenino a mi lado, que me rodeaba con sus piernas. Cuando Abrí los ojos vi a la mujer que había intentado interrumpir la boda, me incorporé de un salto en la cama y la miré con desdén.

Debí contenerme para no sacarla de la cama, y echarla fuera de allí, no era más que una desvergonzada, primero se daba de víctima haciendo creer que Tony se había burlado de ella, y a los minutos se estaba revolcando conmigo.

Estaba claro que solo pretendía arruinarle la vida a Thalía, pero eso no se lo permitiría. Así que me levanté y me puse los pantalones, cuando me vestía, miré a la mujer que seguía acostada y dormida en la cama, era una joven muy atractiva, pero no estaba interesado en ello.

Tomé mi chequera, emití un cheque, salí del camerino y me dirigí a cubierta, mientras caminaba me encontré con el capitán del barco.

—¡Despiértala y sácala de aquí! Mándala a llevar a tierra y dile que no quiero que se vuelva a cruzar en el camino de los Kontos, si lo hace haré su vida miserable —expresé con firmeza, mientras bajaba del yate y me subía en la lancha sin mirar atrás.

A medida que me alejaba del yate, sentí que un peso se levantaba de mis hombros. Había hecho lo que consideraba necesario para proteger a Thalía y a mi familia de esa intrusa. Sin embargo, no podía quitarme esa sensación de inquietud, porque había algo en la forma en que Tarah O'Kelly se comportó, algo en su historia y en la manera en que había interrumpido en la boda que no tenía sentido, pero ya tendría tiempo de saber que era.

Mi mente divagó mientras la lancha se acercaba a la costa. Había mucho en juego, y no podía permitir que un incidente como el de la boda afectara la felicidad de Thalía.

Tarah O'Kelly

Me desperté lentamente con un intenso dolor de cabeza, intenté abrir los ojos, pero estos parecía que me los habían pegado, me los froté hasta que pude abrirlos, me di cuenta de que estaba desnuda debajo de la sábana y miré a un lado, tratando de recordar donde estaba.

Estaba en una habitación lujosa, parecía la de un barco, la resaca y la confusión se sumaron al torbellino de emociones que me invadían.

Me incorporé lentamente, sintiendo cómo las piezas de la noche anterior comenzaban a encajar en mi mente. Recordé la boda, la explosión de emociones, la confrontación con Anthony y, finalmente, la inesperada y apasionada interacción con el desconocido.

Miré a un lado de la cama y vi un papel, lo tomé y me di cuenta de que era un cheque con una cantidad significativa emitido por la empresa Kontos.

—¡Qué diablos significa esto! —exclamé mientras mi mano no dejaba de temblar.

Allí me di cuenta de lo que había pasado, me había dejado un cheque con el nombre en blanco para pagarme… por haberme acostado con él, concluí con vergüenza.

Me llevé la mano a la cabeza con una creciente angustia ¿Cómo pude haberme acostado con un desconocido? Uno que al parecer me había confundido con una fulana, porque de lo contrario no me había pagado por yacer con él.

Apreté las manos a un lado de mi cuerpo con una mezcla de rabia y de decepción, mientras luchaba para que las lágrimas no salieran de mis ojos, pero si pensé que eso era lo peor, no era así, lo más humillante llegó, cuando la puerta se abrió de par en par y tres hombres aparecieron allí.

Me cubrí de inmediato, mientras una corriente fría recorría mi espina dorsal.

—¿Qué están haciendo aquí? ¿Por qué entran de esa manera? —interrogué con voz temblorosa, nerviosa ante su presencia.

—¡Párese y salga de aquí! —ordenó el mayor de los hombres.

Sentí cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mientras trataba de encontrar una explicación para la situación en la que me encontraba. ¿Por qué estos hombres estaban aquí? ¿Cómo habían entrado? ¿Qué querían de mí? Todas estas preguntas y muchas más se agolparon en mi mente.

Me levanté poco a poco, tratando de mantener la sábana sobre mi cuerpo, mientras los hombres me rodeaban. Sentí sus miradas frías y calculadoras sobre mí.

—¿Quiénes son ustedes? No pueden entrar de esa manera aquí —dije tratando de persuadirlos para que se fueran.

—No tenemos por qué darte ninguna explicación, porque no eres nadie, es solo una mujerzuela que se revolcó con el señor Kontos a cambio de dinero —mencionó con desprecio.

—¡No! Eso no es así,

El hombre tomó el cheque y me lo agitó en la mano.

—¿Aún lo niegas? Las evidencias son más que evidentes. Ahora te voy a dar cinco minutos para que te vistas, si no lo haces en este tiempo te saco de aquí, sin importarme que te eche desnuda.

Los hombres salieron de la habitación y yo me traté de vestir con rapidez, pero las lágrimas me impedían ver, por lo que apenas se cumplieron volvieron a entrar.

—¡Agárrenla! —exclamó el hombre.

—No es necesario, puedo irme por mis propios pies —expresé indignada, tratando de liberarme, pero no pude hacerlo, eran más fuerte que yo y cada uno de ellos me tomó por un brazo.

Sentí tanta vergüenza y humillación que no podía levantar la mirada, mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.

Los hombres me llevaron hasta que me hicieron subir a una lancha y el mayor me lanzó el cheque a los pies, pero no lo recogí, me abracé a mí misma, intenté discutir.

—Tengo un trabajo… mi maleta está en el hotel y… —ni siquiera pude terminar mi oración, porque me lanzaron la maleta en la lancha.

—¡Allí la tienes! Más te vales que no te atrevas a aparecerte, ni siquiera buscar a ningún miembro de la Familia Kontos, porque si lo haces te vas a arrepentir.

No pude debatir nada porque la lancha empezó a moverse a toda velocidad, en un par de hora ya estaba en tierra firme, durante todo el trayecto, me arrepentí de haber acudido a ese trabajo, de haber confiado en Anthony y sobre todo en haberme dejado seducir por ese desconocido.

Cuando llegamos, tomaron la maleta y la lanzaron a la orilla, esta se abrió desparramando todo su contenido, y como si eso fuera poco, cada uno me tomó por el brazo y me lanzaron sin ningún cuidado haciendo que me lastimara con la caída, pegué un grito de dolor, tomando mi tobillo mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas, hicieron una bola con el cheque y lo tiraron a mi lado.

La lancha se alejó del muelle y yo me quedé allí, en medio de la nada, con la maleta y el cheque a mis pies. No podía creer lo que acababa de suceder y el dolor que sentía en mi corazón era insoportable.

Me sentí perdida y vulnerable. En el fondo de mi corazón, sabía que lo sucedido la noche anterior cambiaría mi vida para siempre y no de la manera en la que siempre había imaginado.

Mientras la lancha se alejaba de la costa, me quedé en el piso, lloré en silencio, tratando de procesar lo que acababa de suceder. No podía creer en la tragedia que había terminado mi vida, engañada por el hombre que amaba, mi inocencia perdida y mi vida destruida, todo por una noche de pasión loca con un hombre que no conocía y que seguramente nunca volvería a ver.

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