Capítulo 4: Un encuentro sorpresivo.

Tarah O'Kelly

La sensación de abandono y desesperación se apoderó de mí mientras me encontraba sola en la costa, mi tobillo lastimado y el corazón hecho añicos. Me sentía vulnerable y perdida, como si hubiera caído en un abismo sin fondo. No tenía idea de cómo manejar esta situación ni a quién recurrir.

Finalmente, reuní fuerzas para recoger los objetos que salieron de mi maleta y terminaron esparcidos por el suelo. Al hacerlo, me di cuenta de que mi teléfono móvil había quedado

Con lágrimas en los ojos, abrí el cheque que había sido arrojado a mis pies. La cantidad escrita en él era considerable, pero no significaba nada para mí en ese momento.

El dolor, y lo que había perdido, era mucho más valioso que cualquier suma de dinero. Me había dejado llevar por la pasión y el deseo, sin pensar en las consecuencias que esto tendría para mi vida.

Sentada en la orilla, miré el horizonte con ojos vidriosos, tratando de buscar una salida, tomé mi maleta con mucho esfuerzo, me puse de pie y caminé cojeando los tres kilómetros que me separaban para encontrar un taxi.

Durante el trayecto de regreso a casa, mi mente seguía atormentada por lo sucedido. Sabía que debía aprender de esta experiencia y nunca más permitir que mi vulnerabilidad me llevara por un camino tan oscuro.

En poco tiempo estuve en mi casa, apenas entré me fui directamente al baño, me metí en la ducha tratando de borrar de mi piel lo que había ocurrido.

Puse el agua bien caliente, el vapor llenó la sala, mientras yo me frotaba con fuerza con una esponja, estaba llena de rabia, tristeza, desesperación, decepción.

Me dejé caer en el piso abrazándome con fuerza, mientras mis lágrimas se confundía con la lluvia artificial de la ducha, me daba golpes en la pierna molesta conmigo misma.

Mi mente era un torbellino de emociones, y de preguntas sin respuestas. ¿Quiénes eran realmente los Kontos? ¿Qué habría pasado si no hubiera interrumpido la boda? ¿Por qué ese hombre me había seducido y luego desechado como si fuera un objeto? ¿Acaso todo eso era parte de un plan?

Decenas de preguntas llegaron a mi mente, mientras me daba cuenta con indignación que había sido utilizada y humillada. Pero también entendía, que no me dejaría derrumbar.

Cuando salí del baño me acosté y me quedé dormida llorando, para mi alivio, tenía tres días libres, por lo que podría recuperarme antes de regresar al trabajo.

Esos tres días los pasé de reposo, pidiendo comida a los restaurantes cercanos para alimentarme y viendo televisión, la mayoría historias tristes, de traición.

Llegó el día de regresar al trabajo, mi pie se había sanado un poco, aunque aún seguía molestándome un poco.

Me preparé y me fui a la aerolínea, sin embargo, cuando entré todos me miraron con una expresión de lástima en sus rostros, mientras susurraban entre ellos, los ignoré y seguí caminando para presentarme a la oficina de mi jefa.

—Buen día, ya estoy lista para mi asignación del próximo mes —dije con alegría, pero mi jefa me miró con tristeza, al ver su expresión me preocupé—, ¿Pasa algo?

—Lo siento mucho Tarah, intenté interceder por ti, pero son órdenes superiores, por favor pasa por la oficina de recursos humanos —me dijo en un murmullo.

—Pero ¿Por qué? Yo hice mi trabajo bien… —mientras hablaba recordé que me llevaron de la isla—, ¿Fue por qué no llevé de regreso a los pasajeros?

Ella negó con la cabeza.

—No es por eso ¿Te diste cuenta de que la chica que se casó con Anthony es la hija de Alexis Kontos, el propietario de la aerolínea?

Mi corazón se hundió en mi pecho al escuchar las palabras de mi jefa. La conexión entre Thalía, la novia de Anthony, y la familia Kontos me dejó sin aliento.

No podía evitar pensar en la noche de la boda, en la interrupción que había causado y en mi posterior expulsión en un yate. Ahora, todo cobraba sentido, aunque de una manera que me resultaba aún más preocupante.

—Sé que hiciste tu trabajo correctamente, Tarah —continuó mi jefa—. Pero la familia Kontos es muy influyente, y no quieren ninguna controversia relacionada con su aerolínea. Yo pedí que te dieran un período de ausencia, que fuera temporal, pero se negaron, lo siento.

Asentí, cuando iba a salir de allí, llegó la jefa de recursos humanos, con una carpeta

—Debes recibir la notificación de despido —me dijo y yo negué con la cabeza, no podía creer lo que estaba ocurriendo.

—Esto es injusto, no pueden hacerme esto —pronuncié con mi voz quebrantada—, yo tengo años trabajando para esta empresa… ¡No voy a irme de esta manera! ¿Qué pasa sin insisto en quedarme? —pregunté con determinación.

Mi jefa suspiró y sacudió la cabeza.

—Tarah, lo siento, pero eso solo empeorará las cosas. No quiero que te veas arrastrada a un problema más grande. Por favor, firma esa notificación, quizás luego tengas oportunidad de trabajar en otra aerolínea.

A regañadientes, accedí y firmé la notificación, salí de la oficina de recursos humanos con un nudo en el estómago. Mi vida había dado un giro aún más oscuro de lo que ya era. Me sentía atrapada en una telaraña de circunstancias fuera de mi control, y no sabía cómo librarme.

Me dirigí al casillero a recoger mis cosas, pero antes de irme decidí que Alexis Kontos, me escucharía. Necesitaba entender el motivo detrás de mi despido, no podía quitarme de la cabeza la sensación de que había algo más grande en juego.

Me dirigí a las lujosas oficinas de presidencia de la aerolínea Kontos. A pesar de la incertidumbre y el temor que sentía, no podía permitir que me despidieran injustamente sin al menos intentar obtener respuestas.

Cuando llegué al piso, me enfrenté a una recepcionista imperturbable.

—Quisiera hablar con el señor Alexis Kontos, es urgente —expresé.

La mujer me vio de pies a cabeza y frunció el ceño.

—¿De parte de quién? —preguntó la mujer con recelo.

—Soy asistente de la jefa de sobrecargo —mentí.

La mujer asintió y se dirigió al despacho del CEO. Mientras esperaba, miré a mi alrededor y me sentí como un pez fuera del agua en ese tan lugar elegante y sofisticado.

,

Los altos techos de mármol, las obras de arte colgadas en las paredes y la ostentosa decoración eran impresionantes.

Después de unos minutos que le parecieron eternos, salió la recepcionista.

—El señor Alexis Kontos la va a recibir, sígame —ordenó y yo la seguí.

Mi corazón latía con fuerza mientras me dirigía a la puerta de la oficina de Alexis Kontos. Golpeé con los nudillos en la puerta de madera maciza y una voz profunda me invitó a entrar.

Al cruzar la puerta, casi me desmayo al ver sentado detrás de un amplio escritorio de caoba, al mismo hombre con quien había pasado la noche, en la isla.

—¡¿Tú?! —dijimos los dos al mismo tiempo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo