Noche antes de cesárea programada fue más larga que cualquier noche que Sebastián hubiera vivido.

Y había vivido noches largas: noche después de accidente que mató a sus padres, noche después de segundo accidente que robó su voz, noche cuando Danaé lo abandonó llamándolo "inútil defectuoso."

Pero esta noche eclipsaba todas porque no era sobre su sufrimiento sino sobre vida que aún no conocía y podría perder antes de amanecer.

Cassandra yacía en cama de hospital, abdomen hinchado marcado con línea morada donde cirujano cortaría mañana, conectada a media docena de monitores que cantaban sinfonía constante de bips y zumbidos.