MATEO.
La observé aterrada tan pronto como escuchó a su hermano admitir que se la llevaría, pero me sonrió, intentando lucir calmada, antes de dejarse arrastrar por Diego hacia los aparcamientos.
Corrí tras ellos, pero no podía encontrarlos, no fue hasta que llegué a los aparcamientos cuando los vi. Ella lloraba a lágrima viva, mientras él la golpeaba con dureza en el rostro, lucía tremendamente enfadado.