Valentina pasó viendo maravillas para su boda, su madre y sus primas le llevaron de compras por el mejor vestido de la historia. Valentina los quería todos como siempre se probó uno tras otro salía y les decía este es se me ve tan bonito y todas reían porque al quinto no había uno que fuera realmente. Llegó unas de las diseñadoras de la ciudad con un vestido divino que Verónica había enviado a hacer para su hija.
—Valentina, tengo este modelo que te gustará mucho, te lo pondré con una venda en los ojos y te lo probarás —Dijo la mujer. Se metió en el vestidor con su hija y le contó como fue su vida perfecta. Estaban en la playa y su papá medio aceptó casarse y luego con el atardecer y sus amigos de testigo estaban comprometiéndose a amarse como nadie lo había hecho antes, Verónica colocó el vestido en su hija y se lo acomodó.—Valentina... ¿me explicas sobre este juego de lencería?—¡Mamá, uno tiene que verse extra bien!—Anunció. —Estoy tan emocion