La reacción de Vargas fue muy seria: —Profesor, no se puede bromear así sin más, ella es una colega de mi empresa, todavía es una chica joven y no tiene novio. Si habla de esa manera, puede llevar a malentendidos.
La profesora se quedó perplejo por un momento, luego se disculpó con Natalia: —Lo siento, no debí haber preguntado eso.
De hecho, ese tipo de bromas eran muy comunes en Listenbourg.
Por lo que Natalia no lo tomó en serio.
Pero al ver a Vargas tan serio, un remoVargaso inexplicable surgió en el fondo de su corazón.
Una sensación de ser valorada brotó en su pecho.
Al salir del aula, Natalia siguió a Vargas con pasos pequeños: —Señor Vargas, Fabiola nos invitó a ver la serie de televisión del portavoz en su casa esta noche, ¿vas a ir?
Vargas respondió sin pensarlo: —Claro.
Al llegar al lado del ascensor, Natalia, mirando la espalda alta y segura de Vargas, susurró: —En realidad... en realidad no tenías que tomártelo tan en serio.
—¿Qué?
—Ese profesor solo estaba bromeando.
Varga