En el momento en que el puño de Benedicto golpeó la cara de Pablo, Fabiola acababa de entrar al vestíbulo del hotel.
Por eso, vio claramente cómo Benedicto lanzó el puño y cómo Pablo cayó al suelo, abrumado.
La ira la impulsó a correr hacia Pablo y se puso delante de Benedicto.
—¡Benedicto, qué estás haciendo?!
Frente a la repentina aparición de Fabiola, Benedicto se calmó por un momento, pero al darse cuenta de que Fabiola estaba protegiendo a Pablo, cualquier atisbo de racionalidad se desvaneció.
Apretó los puños con tanta fuerza que las uñas se le clavaron en la piel: —¿Lo estás protegiendo?
—Es mi amigo, ¿por qué lo lastimas? —Fabiola lo enfrentó con enojo.
¡Esto era demasiado!
¿No era suficiente con que Benedicto la lastimara a ella, también tenía que ir tras sus amigos?
Benedicto, con los dientes apretados, preguntó de nuevo: —¿Lo estás protegiendo?
Fabiola no entendía su obsesión, pero más que responder a esa pregunta, quería que Benedicto se disculpara con Pablo: —Has golpeado