Capítulo 409
En cuanto las palabras fueron pronunciadas, Fabiola notó desde el rabillo del ojo que la expresión en el rostro de Benedicto se tornó sombría como si pudiera destilar agua.

A pesar de eso, Fabiola no se sintió intimidada, sino que experimentó una especie de placer vengativo.

Pero ese placer fue efímero, pronto se dio cuenta de que algo en el ambiente no estaba bien.

Miró incómodamente hacia Pablo.

Pablo aún mantenía una expresión de asombro, probablemente no esperaba que ella aceptara.

El silencio repentino en el aire era lo más temido.

Fabiola, con las mejillas ligeramente sonrojadas, bajó la cabeza para seguir comiendo su sopa.

El ambiente entre los tres se volvió cada vez más delicado.

Después de terminar de comer, Fabiola encontró una excusa para retirarse a su habitación.

Pablo tampoco deseaba quedarse más tiempo, así que se levantó y se dirigió hacia la puerta.

Justo cuando estaba girando el pomo, una voz grave detrás de él hizo eco: —Pablo, de la familia Benitez, ¿verdad?

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