Emilia, en algún momento, se cayó de culo en el suelo, luciendo extremadamente desaliñada.
Tras un momento, se levantó bruscamente del suelo y agarró la mano de Fabiola: —Estás mintiendo, ¿verdad? ¡No puedes ser la CEO de Grupo Salinas!
Fabiola frunció el ceño con desagrado: —¡Suéltame!
Pero Emilia no soltó su mano. Su mirada turbia de repente se fijó en Vargas, y sus ojos se iluminaron abruptamente.
Avanzó tambaleándose hacia Vargas.
Vargas se sorprendió con su comportamiento, y antes de que pudiera reaccionar, fue empujado frente a Fabiola.
Emilia estaba completamente loca en ese momento: —Él es tu marido, ¿verdad? Ah, ya entiendo, te esforzaste tanto para ser la CEO de Grupo Salinas solo para mantener a tu marido, ¿cierto? Ja, ja, ja, tu marido es un pobre diablo, un pobre diablo que solo depende de ti.
Fabiola se masajeó las sienes, con un tono de voz frío: —Emilia, ¿ya terminaste de enloquecer?
—¿Qué, te atreves a casarte pero no a admitirlo? —Emilia realmente se había vuelto loca