Capítulo 7

A cada paso que dábamos, sentía mis piernas volverse gelatina, mis manos comenzaban a sudarme, me detuve de forma abrupta llamando su atención, me sentía incapaz, no hizo falta que dijera nada, él sonrió sin rastro alguno de burla, se acercó colocando un mechón de mi cabello tras la oreja, sus dedos se deslizaron con suavidad por mi rostro, hasta llegar a la punta de mi nariz, dándole un pequeño golpecito.

Apretó el agarré de nuestras manos, se giró retomando el camino hacia el jardín, la cena se haría fuera gracias al buen tiempo, respiré hondo al salir, quedé impresionada ante la magnitud, tenía una piscina enorme, las escaleras eran tipo imperial, al final había un camino de piedras que llevaba hacia un espacio con flores, una fuente y bancos para sentarse.

Ellos estaban sentados en otro espacio, en este solo había muebles de jardín, cerca había una mesa de comedor y la barbacoa, un hombre con ropas de cocinero estaba encargándose de la cena. Dirigí mis ojos hacia ella, estaba sentada con las piernas cruzadas con la mirada en la copa que tenía en su mano, llevaba un sencillo pero hermoso vestido hasta las rodillas, en color beige.

Con pesar bajamos las escaleras, al acercarnos llamamos la atención de los tres, mis ojos marrones casi negros estaban clavados en los suyos color miel, dejo la copa en mesa, se puso de pie

– Erin–susurró mi nombre, se acercó sin dejar de mirarme, antes de que pudiera reaccionar, sus brazos rodearon mi cuerpo haciendo que me tensara ante ese contacto– No sabes cuánto te he extrañado–

– Señora Tucker, le pido que me suelte–dije lo más serena que podía, ella se alejó mirándome asombrada– Quiero que le quede claro que, muy a mi pesar voy a tratarla con cordialidad por ser la mujer de mi jefe, y por ser la madrastra de mi novio–

– Soy tu madre–susurró con voz lastimera, una lágrima bajo por su mejilla, sonreí con burla mirándola con ira

– Me diste la vida, sí, no puedo negarlo, pero para ser madre hace falta más que parir–

– Erin, tu padre–

– No te atrevas–dije interrumpiéndola– No te atrevas a mencionarlo–nos quedamos en silencio mirándonos fijamente, ella con “tristeza” yo con ira contenida

Estábamos todos sentados, en silencio a la espera de la cena, el ambiente era tan tenso que tenía una sensación de pesadez en el cuerpo, solo se escuchaba el aceite de la carne caer contra las brasas, los movimientos del cocinero, los platos y cubiertos al ser colocados. Una de las chicas aviso de que podíamos pasar a la mesa y así lo hicimos, el silencio comenzaba a ser realmente incómodo, un carraspeo por parte del señor Tucker hizo que todos lo mirásemos

– ¿Cómo se conocieron?–cuestionó mirándonos a Archie y a mí de forma intercalada

– Lo dije ayer–

– Lo dijiste vagamente, quiero escucharlo bien–Archie suspiro llevándose la copa de vino a los labios

– En una cafetería, chocó contra mí haciendo que se me cayera el café, lo llame estúpido sin saber quién era–mentí mirándolo, él sonrió complacido

– ¿Cómo es posible que no lo conocieras?–cuestionó Henry mirándome con suspicacia

– Bueno, tengo dos empleos, no veo televisión, apenas uso mis redes sociales, no tengo tiempo para estar pendiente de la vida de otras personas–me encogí de hombros con una pequeña sonrisa

– Eres una chica muy atípica–comentó mirándome fijamente

– ¿Qué opina tu padre de la relación?–mi sonrisa se transformó en una triste, mi pecho se oprimió, si él estuviera con vida, ¿Qué opinaría de esto?, sinceramente nada, porque esta situación no se daría, una mano se posó sobre la mía, miré a mi derecha, Archie me miraba con algo de preocupación

– Mi padre…–callé un momento, mi voz había salido rota– Él falleció hace un año–esas palabras me costaban un mundo decirlo, mis ojos se humedecieron rápidamente, el ruido de cubiertos cayendo contra la mesa nos sobresaltó a todos, miramos hacia Grace, parecía impactada ante mis palabras

– Disculpadme un momento–dijo levantándose, se dirigió hacia el interior de la casa casi corriendo

– Siento mucho tu perdida–dijo el señor Tucker a lo que asentí, sin decir nada, se puso de pie caminando también hacia la casa.

El silencio volvió a reinar, al cabo de unos minutos los dos volvieron, ella tenía los ojos rojos, la conversación volvió, esta vez sin tocar nada referente a mi familia, cerca de las nueve de la noche comenzó a llover con fuerza, todos entramos a la casa completamente empapados, debido a la tormenta que se desató, teníamos que pasar la noche allí, esa idea no me gusto en absoluto, pero era eso o arriesgarnos a un posible accidente.

Estábamos en su antigua habitación, era bonita, lujosa, la cama era el doble de grande que la mía, las sabanas tenían tonos blancos y grises, estaba orientada delante de las puertas correderas que daban hacia el balcón, era bastante espaciosa, tenía baño propio el cual era más grande que mi salón, alguien toco a la puerta, Archie la abrió, escuché la voz de Grace al otro lado preguntando por mí, bufe acercándome, al verme sonrió

– Es un camisón, está nuevo, pensé que necesitarías uno–me extendió una prenda de color blanco, parecía de seda, me quede mirándolo por un segundo, quería rechazarlo, pero tenía que tragarme el orgullo

– Gracias señora Tucker–dije cogiéndolo, su sonrisa se hizo más amplia

– Que descanséis–comentó saliendo de la habitación, me quede mirando el camisón, suspire tirándolo encima de la cama

– ¿Me prestas una camisa?–cuestioné mirándolo, asintió caminando hacia el vestidor

Mientras él buscaba, me quede contemplando todo a mi alrededor, aún había algunas fotografías, me acerque para verlas mejor, me sorprendí de ver una con Amanda, parecía que fue tomada en la adolescencia, ambos se miraban con amor

– Aquí esta–me sobresalte al escucharlo, me giré con una mano en el pecho, me sorprendí de verlo con el pijama puesto ¿Cuánto tiempo estuve mirando la foto?, cogí la camisa que me ofrecía, en silencio entre al servicio.

Me miré al espejo algo avergonzada, su camisa me llegaba a los muslos, suspiré saliendo, al hacerlo se giró, se quedó contemplándome de forma penetrante, sus ojos me recorrían de arriba abajo con lentitud, era parecida a la que me dedico en la tienda, no sé cuánto tiempo, llevábamos así, pero comenzaba a sentirme incómoda. 

– ¿Co…? ¿Cómo vamos a dormir?–cuestioné desviando la mirada

– Puedes dormir en la cama, yo lo haré en el sofá–un escalofrío me recorrió la espalda ante su voz ronca– Por cierto, bonitas piernas–me sonroje ante ese comentario, giré la cabeza mirándole, me sorprendí al tenerlo tan cerca, no me di cuenta en qué momento se acercó

– N… No digas esas cosas–le di un pequeño empujón pasando a su lado, pero me agarró de la mano haciéndome girar

– ¿Por qué no?–cuestionó tirando de mí pegándome a él, tenía una sonrisa coqueta– ¿Te pongo nerviosa?–

– No seas ridículo–intenté soltarme, pero afianzo su agarré

Se inclinó sobre mí acercando su rostro al mío, el aroma de su perfume aún podía olerlo, era leve, pero ahí estaba y seguía siendo embriagante. Su respiración chocaba contra mí erizándome los pelos de la nuca, sus ojos estaban clavados en mis labios, no sé por qué, pero saque mi lengua humedeciéndolos, vi como tragaba saliva, levanto sus ojos posándolos en los míos.

De repente me empujó hacia atrás, cerré los ojos esperando el golpe contra el suelo, pero jamás llego, en su lugar caí en la cama, lo miré impresionada, ¿en qué momento me llevo hacia esta?, iba a levantarme, pero me lo impidió recostándose sobre mí

– ¿Qué haces?–susurré sin poder dejar de mirarlo, no dijo nada, cogió mis manos colocándolas por encima de mi cabeza– Suéltame–

– ¿Por qué?, Creo que esto es algo que ambos querernos–dijo en mi oído, una corriente de excitación me recorrió todo el cuerpo, una de sus manos fue descendiendo hasta colocarse en mi muslo, aquel tacto estaba siendo abrasador.

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