Dorian caminó hasta la bandeja de frutas y tomó una pera, sin la menor intención de comerla. Solo necesitaba ocupar las manos mientras observaba a Francine.
Y fue allí, con la fruta olvidada en la palma, que lo entendió: ella no iba a aceptar.
La mirada desconfiada, el cuerpo tenso, la forma en que mantenía distancia de la bolsa…
Todo gritaba que, en cuestión de segundos, ella daría media vuelta con una respuesta ácida preparada.
— Una modelo necesita buenas fotos, ¿no? — dijo él, suavizando el tono. — Y un buen celular ayuda mucho.
Francine apretó los labios para conter la respuesta automática, pero no pudo evitar a imagen que saltó a su mente:
Ella en París, con ese celular nuevo en las manos, girando el rostro hacia la cámara con la Torre Eiffel al fondo y la luz dorada del atardecer iluminándola justo en su mejor ángulo.
Stories sin filtro, sponsors rogando por colaboraciones…
Parpadeó, como quien espanta una tentación.
— Lo dice el hombre que boicoteó mi desfile — retrucó con una