Francine se escondió detrás de una de las columnas del pasillo lateral, con el corazón desbocado.
Sentado al borde del salón, apoyado casualmente en un costado de la grada improvisada, ahí estaba él: Dorian.
Sin blazer, sin camisa social, sin corbata.
Llevaba un polo oscuro, jeans y tenis.
Miraba el celular como si estuviera aburrido, completamente ajeno al frenesí que dominaba el lugar.
— No. No, no, no, ¡no! — murmuró en voz baja, como si repetir la palabra fuera a hacer que el hombre desapareciera.
"¿Qué hace este hombre aquí, Dios mío?"
"¿No debería estar trabajando? Espera, ¡YO debería estar trabajando!"
"¡No había peor hora para que este hombre apareciera!"
Se deslizó hacia el lado, espiando otra vez.
Dorian seguía ahí, distraído.
Aparentemente solo un espectador más, esperando que comenzara el movimiento.
"¿Estará aquí por mí? ¿Me siguió? ¿Va a despedirme en cuanto me vea en esa pasarela?"
Las preguntas venían como disparos, pero Francine respiró hondo.
Ella no estaba allí por