Cuando llegó al Rancho Blackwell, Tony estacionó su camioneta frente a la casa grande. Marjorie seguía profundamente dormida en el asiento del pasajero, roncando suavemente como un gatito con congestión nasal.
Tony suspiró, pasándose una mano por el cabello:
—Bueno, princesa, llegó la hora de llevarte a la cama. Y no es la forma en que imaginé decir esa frase.
Con cuidado, Tony levantó a Marjorie en sus brazos, ella murmuró algo ininteligible para después quedarse quieta de nuevo.
—Tranquila, vaquera —murmuró Tony mientras subía las escaleras— No vayas a despertar ahora y pensar que te estoy secuestrando. Aunque, pensándolo bien, tal vez eso sería menos complicado que explicar lo que pasó esta noche.
Llegó a la habitación de Marjorie y la depositó suavemente en la cama, por un momento, se quedó allí, observándola dormir. Con el maquillaje corrido y el cabello revuelto, parecía más humana, más real que la princesa de hielo que solía ver durante el día.
— Eres un gran problema, ¿lo sabí