El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Tony salió al porche, estirándose como un gato perezoso. A pesar de los eventos recientes, la vida en el rancho tenía que continuar.
— Buenos días, vaquero —la voz de Marjorie lo sorprendió— Madrugando, ¿Eh?
Tony se giró para verla, una taza de café en sus manos y una sonrisa en su rostro.
— Buenos días, princesa, ¿Qué haces despierta tan temprano? ¿Las sábanas de mil hilos te echaron de la cama?
Marjorie rodó los ojos, pero su sonrisa se amplió.
— Muy gracioso. Para tu información, decidí que ya era hora de experimentar este famoso "amanecer en el rancho" del que tanto presumes.
— ¿Y? ¿Qué te parece? —preguntó Tony, apoyándose en la barandilla del porche.
Marjorie miró hacia el horizonte, donde el cielo se pintaba de tonos rosados y dorados.
— Es... hermoso —admitió— aunque no se lo digas a nadie, tengo una reputación de chica de ciudad que mantener.
— Tu secreto está a salvo conmigo, princesa, aunque no prometo nada sobre las vacas, son