Laura observaba a Javier con una mirada intensa, cubriéndose sus pechos, se sentía invadida en su intimidad. Su furia era palpable, mientras Javier mantenía una sonrisa despreocupada.
— ¿Qué haces aquí? ¡Eres un pervertido! ¡Sal de aquí! — exclamó Laura, visiblemente alterada.
— Relájate, no hay razón para que te pongas así. Además, no es algo que no haya visto antes; simplemente ha pasado tiempo desde la última vez que fuiste mía — respondió Javier con desdén.
— Te exijo que salgas del baño de inmediato, Javier.
— La verdad es que no sé cómo planeas manejar la situación, porque esta noche dormiré en nuestra habitación. Así que te sugiero que te acostumbres, querida.
— No tengo problema en ir a la habitación de huéspedes si eso significa evitar tu presencia.
— Creo que no has comprendido lo que discutimos, Laura. Te dejé claro que debes estar a mi lado, quieras o no. De lo contrario, corres el riesgo de enfrentar serias consecuencias legales, y en la cárcel no encontrarás un jacuzzi c