La tensión en el consultorio era palpable, Valentina sentía temor, no estaba optimista y solo pensaba en lo peor. Ya la vida la había hecho pasar por mucho dolor, y sentía que esta vez podía tratarse de algo muy malo que venía a empañar la felicidad que había logrado alcanzar.
Apretaba la mano de Manuel con fuerza, él era su único refugio en ese momento. El doctor ya tenía los resultados de los análisis en su poder y estaba preparado para darle la noticia a ambos.
—Por favor, doctor, dígame, ¿qué es lo que tengo? ¿Por qué me han dado todos esos malestares? Termine con esta angustia que tengo por favor. —decía Valentina a punto de llorar.
—Bueno, después de una evaluación exhaustiva, los resultados de los exámenes indican que usted está embarazada.
Tanto Manuel como Valentina exclamaron al unísono, totalmente incrédulos:
—¿Cómo?
—Sí, así es. Van a tener un hijo.
—No, eso no puede ser, doctor. Tiene que haber un error. Yo no puedo tener hijos; hace algunos años me hice unos exámenes